viernes, 23 de agosto de 2013

Merton: Organización, burocracia y personalidad



Estructura Burocrática y personalidad
Merton K. Robert (1949). Teoría y estructura sociales. Fondo de Cultura Económica. México
Resena
Rosa Isela García Herrera
Septiembre 2012
En este texto Merton (1949) sostiene la tesis de que la organización burocrática es una entidad formal y racionalmente diseñada a través de reglas cuyo fin es influir y moldear el comportamiento de los actores respecto de la forma en la que deben realizar sus tareas dentro de ésta. Señala que esta influencia se logra a partir de mecanismos socializantes y de control mediante los cuales la organización inculca una serie de valores y principios organizacionales a fin de conseguir los objetivos y propósitos que se ha planteado. En la medida en que se da este proceso de inculcación de normas y valores la organización se vuelve restrictiva de la acción de los individuos lo que acarrea una serie de desequilibrios y disfunciones que alteran la vida de los individuos y de la organización.
Merton plantea que una organización burocrática es una estructura racional/formal que implica normas de actividad definidas con claridad, en las que idealmente, cada serie de acciones está funcionalmente relacionada con los propósitos de la organización. La organización de este tipo presenta un orden que se ejemplifica en una especie de organigrama en el que se observan puestos, posiciones, jerarquías a los que son inherentes obligaciones y privilegios definidos por reglas limitadas y específicas. Cada puesto/empleo contiene una zona de competencia y responsabilidad especificas que atribuidas por la organización.
En una organización burocrática, la autoridad, es decir, el poder de control que se deriva de una posición reconocida, es inherente al empleo y no a la persona particular que desempeña el papel oficial. Esta acción oficial tiene lugar dentro del entramado de reglas preexistentes de la organización.
Considera que en una organización hay un sistema de relaciones prescritas en los diferentes puestos que supone un grado considerable de reglamentación y una distancia social claramente definida entre quienes ocupan esas posiciones.
Esta reglamentación o formulismo se hace presente a través de rituales sociales que simbolizan y apoyan la interacción de las personas que ocupan diferentes puestos o posiciones en la organización. Este formulismo sirve porque reduce al mínimo la fricción y el contacto social entre los individuos a modos y pautas de comportamiento que están previamente definidos por las reglas de la organización. Este conjunto de patrones integran un conjunto estable de expectativas mutuas que facilitan la interacción entre los miembros de la organización independientemente de las actitudes privadas u hostiles de cada uno de éstos.
El formulismo en la organización protege a un subordinado contra la acción arbitraria de su superior ya que los actos de ambos están limitados por una serie de reglas mutuamente reconocidas. Así podemos señalar que las reglas son ordenaciones de procedimiento específicas que fomentan la objetividad y restringen el rápido paso del impulso a la acción.
Merton señala que un ejemplo de organización formulista es la burocracia. Para definirla, retoma la teoría clásica de Max Weber quien planteó que la burocracia supone una división tajante de actividades unificadas que se consideran deberes inherentes al empleo. En la reglamentación de este tipo de organización se plantea un sistema de sanciones y controles diferenciados. Aquí la asignación de papeles se hace en base a las actitudes técnicas que se examinan a través de procedimientos formularios (exámenes) impersonales.
En una organización burocrática  los que ocupan posiciones de autoridad y jerarquía son expertos especializados que reciben un sueldo y que son gobernados –en sus actos- por reglas generales, abstractas y claramente definidas  que evitan la necesidad de emitir instrucciones específicas para cada paso concreto que se da en la organización.
Las reglas tienen un carácter general que requiere el uso constante de categorizaciones, mediante el cual los problemas y casos particulares se clasifican en base a criterios  definidos siendo tratados en consecuencia.
En una organización burocrática pura, el funcionario es nombrado por un superior o mediante el ejercicio de la competencia impersonal.
La mayor parte de los empleos burocráticos suponen la expectativa de la tenencia vitalicia y la ausencia de factores perturbadores  que puedan reducir el tamaño de la organización. La burocracia eleva al máximo la seguridad vocacional y para ello propicia mecanismos que incentiven la seguridad, la tenencia del empleo, las pensiones, los ascensos a cambio de conseguir el cumplimiento escrupuloso de las obligaciones oficiales sin tener en cuenta presiones extrañas.
El mérito principal de la burocracia es su eficiencia técnica, con una gran estimación por la precisión, la rapidez, el control experto, la continuidad, la discreción y la óptima restitución del gasto que representa.
La estructura de la organización burocrática busca la eliminación completa de las relaciones personalizadas y de consideraciones no racionales como la hostilidad, la ansiedad y las complicaciones sentimentales. En este tipo de organización con una burocratización creciente el individuo está controlado en alto grado en sus relaciones sociales por los instrumentos de producción.
La burocratización hace visible lo confuso y lo oscuro. En una organización de este tipo, los individuos descubren que para trabajar tienen que ser empleados y que para ello hay que contar con instrumentos y equipo. Los individuos al emplearse en la burocracia tienen acceso a los instrumentos a fin de trabajar para vivir.
Hasta aquí lo que Merton recupera de Weber son las definiciones que este teórico aporta en términos de identificar los rasgos esenciales de la burocracia y que están centrados en la búsqueda de la eficiencia de los objetivos de la organización, sin embargo, considera que no se habla de los aspectos negativos de la burocracia. Para explicar esto alude a los términos de incapacidad adiestrada de Veblen; de psicosis profesional de Dewey; y el de deformación profesional de Warnotte.
La incapacidad adiestrada se refiere al estado de cosas en que los talentos de uno funcionan como insuficiencias o puntos ciegos, es decir, que actos basados en el adiestramiento y destreza que fueron aplicados con éxito en el pasado pueden resultar reacciones inadecuadas en circunstancias nuevas. Una flexibilidad insuficiente en la aplicación de destrezas dará por resultados desajustes más o menos graves en un ambiente modificado. La organización adiestra a sus miembros para que actúen de manera eficiente en circunstancias concretas, sin embargo, cuando estas personas que han sido adiestradas actúan en circunstancias distintas pueden presentar un comportamiento inadecuado o equivocado. La gente puede estar impreparada por estar preparada con una preparación inadecuada; su preparación puede convertirse en una incapacidad.
Dewey con su concepto de psicosis profesional señala que a consecuencia de sus rutinas cotidianas, la gente adquiere preferencias, antipatías, discriminaciones y acentúa ciertas cosas. La psicosis la define como un carácter pronunciado de la mente. Tales psicosis se desarrollan mediante las exigencias que formula al individuo la organización particular de su papel profesional.
Los conceptos de Veblen y Dewey se refieren a una ambivalencia fundamental. Toda acción se juzga por lo que logra o no logra. Un modo de ver es también un modo de no ver. El enfoque sobre el objeto A supone el desenfoque del objeto B. Merton propone analizar no solo lo que logra la organización (precisión, seguridad, eficacia), sino por lo que no logra (ambivalencia) en sus limitaciones al pretender alcanzar sus metas.
Señala que la estructura burocrática ejerce una presión constante sobre el funcionario para que sea metódico, prudente, disciplinado. Si la burocracia ha de funcionar eficazmente debe alcanzar un alto grado de confiabilidad en su conducta, un grado extraordinario de conformidad con las normas de acción prescritas. La disciplina adquiere una relevancia inusitada. En una organización la disciplina solo puede ser eficaz si las normas ideales son reforzadas por sentimientos vigorosos que impongan al individuo la devoción a sus deberes, un agudo sentido de la limitación de su autoridad y competencia y la ejecución metódica de actividades rutinarias. La eficacia de la estructura de la organización depende de infundir en los participantes del grupo actitudes y sentimientos apropiados. Hay en la burocracia dispositivos definidos para inculcar y fortalecer tales sentimientos.
Cabe señalar que para conseguir la disciplina  (la necesaria confiabilidad de la reacción) esos sentimientos son con frecuencia más intensos de lo técnicamente necesarios. Este inculcamiento de sentimientos apropiados hacia el burócrata puede dar un margen de seguridad para que éste se ajuste a sus obligaciones normadas.
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